Dejar una herencia no es una meta en sí, sino la consecuencia de hacer lo básico con su dinero. En promedio, vamos a pasar cuatro décadas trabajando para proveer para nosotros mismos y nuestra familia. Si hacen números, se darán cuenta que mucho dinero pasa por sus manos en esos cuarenta años.
Una de las bases de las finanzas personales es que, durante la vida laboral, uno debe apartar una pequeña cantidad mensual para invertir y así poder jubilarse de manera digna. Relativamente, se necesita poco dinero al mes para invertir en una cuenta de retiro y acumular lo suficiente, de manera que, durante la época dorada cuando ya no haya ingresos, se pueda mantener el mismo nivel de vida que uno tiene ahora. Invertimos con el propósito de acumular lo suficiente para no convertirnos en dependientes del gobierno o, peor aún, de nuestros hijos; y para que no terminemos buscando el libro: “Cómo cazar y azar ardillas en el patio”.
Cuando uno se jubila, la meta es vivir de los intereses, ganancias y rentas que generen lo que haya acumulado. Como ven, no se consume lo producido, sino parte de lo que genera. Para hablarles en ranchero, no se comen la gallina que pone los huevos de oro. Si hacen los cambios necesarios y aplican este principio básico, ya sea que les quede mucho o poco tiempo de su época laboral, el dinero se irá acumulando. Por favor, hagan un testamento para prevenir un rompimiento familiar a causa de lo que dejen. Independientemente de la cantidad, amen a su familia lo suficiente como para sentarse con un abogado y dejar muy claro, y por escrito, cómo se deben repartir sus bienes.
Como ven, la meta era proveer para ustedes y sus cónyuges durante la jubilación; y como resultado crearon un patrimonio que les sobrevivirá a ambos. Pero para transformar las generaciones que vienen detrás de ustedes, el mayor legado es el ejemplo de cómo se creó esa herencia. La riqueza puede aplastar a sus hijos si no les dejan un legado de carácter, orden y disciplina. Sus hijos podrían descuartizar esa gallina y acabar, en unos cuantos años, lo que a ustedes y a sus cónyuges les tomó décadas construir.
Conversen esta misma noche sobre esto. ¿Qué se necesita para que esto suceda? ¿Cómo se sentirían al saber que han hecho cambios para que esto suceda? Si lo que se necesitara para lograrlo fuera un sacrificio como dejar de salir una vez a la semana al restaurante, ¿estarían dispuestos a hacerlo?
En 50 años, cuando sus nietos pregunten por qué es que ellos gozan de comodidad financiera, y sus hijos, sencillamente, señalen la foto de ustedes—sus padres—que orgullosamente tienen colgada en el centro de la sala diciendo: “tus abuelos hijo, tus abuelos”. Entonces, los frutos de su esfuerzo, el carácter, el orden y la disciplina que sembraron habrán trascendido la simple existencia terrenal. ¡Eso es lo que se llama dejar herencia!
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